Línea Caliente.

Para Nahle, todos los Yunes son Miguel Angel Yunes Linares
Por: Edgar Hernández.
2024-04-15

Llama la atención como desde la víspera del destape el pasado diciembre donde la alianza PAN-PRI-PRD se manifestó en favor de Pepe, la zacatecana y el atarantado gobernador Cuitláhuac García han empeñado sus esfuerzos por mezclar, confundir o maniobrar mediáticamente el apellido Yunes para asociarlo con lo peor que le ha pasado a Veracruz.


Como Pepe es honesto, el malo es Miguel; como no le pueden comprobar actos de corrupción, Miguel si lo es, y como la insistencia es que Héctor y los hijos de Miguel -Fernando Miguel- si son parientes avecindados hace un siglo en Soledad de Doblado, pues endosan al de Perote todas las maldades yunistas.


Andrea, prima -no de Pepe- también es de lo peor, no así el otro sobrino, el “Tato Yunes” quien es chairo a conveniencia… ese si es a toda madre y la mar de honesto.


Los Yunes de Puebla -por ahí hay un Pepe- también para la zacatecana son de la familia, aunque ni se conozcan y todo lo que se ligue al apellido Yunes -como los López de Palacio Nacional- son unos pillos.


En el fondo lo que tratan de crear los inteligentes que acompañan a la zacatecana es percepción.


Son juegos mediáticos en donde no se explica, y menos aclara la relación o vínculo familiar. Si Miguel Angel Yunes Linares ha sido de lo peor y es el mismísimo Diablo sin calzones ¿por qué con toda la fuerza del poder de AMLO y del gobierno del estado, no ha sido llevado a prisión?


Se juega con un fantasma.


Los Yunes, por mas que se les repita a los lerdos morenos, fueron familias del mismo apellido, que no familiaridad, que por millares migraron de Líbano hace más de un siglo al continente americano y para el caso de México, cientos de ellos se asentaron en la ciudad de México, Puebla, Veracruz y Tabasco. 


Es el caso de los Yunes de Perote en donde ni siquiera hay registro de quehacer político digamos desde la época de Fernando Gutiérrez Barrios que fue cuando los Yunes de Soledad de Doblado empezaron su carrera política al lado de Luis Echeverría y López Portillo.


En esa época Pepe Yunes era un niño y los hijos de Miguel -Miguel y Fernando- iban a la primaria.


Miguel y Héctor, que son primos hermanos, empezaron a brillar al lado de Fidel Herrera y ocasionalmente acudían a saludar al próspero empresario José Yunes, papá de Pepe, de ahí la relación, más que familiar de amigos.


Fueron amigos tales que el propio Pepe Yunes les decía “tíos”, desde luego  que sin serlos.


Bueno, pues aclarado todo este desmadre y regresando a tiempos actuales, cuando Pepe es nominado por la alianza, el brillante grupo de asesores de la zacatecana “pensó” que si el adversario es honesto, que si es veracruzano, que si no hay huella de uso indebido del cargo público en beneficio de su familia, entonces ¿por dónde madrearlo?


Rápido, el inteligente equipo de asesores ideó atacar por el lado de la percepción, apelando a la superficialidad de la ciudadanía y la propia opinión pública.


Es así que la perversión fue asociar de manera generalizada a los Yunes, el acusar sin fundamento, el generalizar de que si uno de ellos es tramposo todos son tramposos; que si uno robó -aunque no se le haya comprobado nada- todos son rateros y que si el de más edad, es decir Miguel, es el más experimentado, pues es el que mangonea a Pepe.


En eso consiste la simpleza del ataque.


Si sacan una fotografía de Miguel con su familia le incrustan la cara de Pepe, que si hay que inventar una grabación pendeja pues que mejor que sea con la voz de Miguel dando instrucciones a Pepe; que si se trata de las revelaciones del empresario Arturo Castagné, pues insistir en que fue Miguel el perverso para favorecer a Pepe.


¿A todo ello que dirá Miguel Angel?


Pues no se sabe, pero se observa que se la pasa a toda madre. Todos los días sale a correr. Trabaja un rato en su candidatura suplente. Acaso en sus ratos de ocio se acuerda del “viejo guango” y por la tarde toma café en “La Parroquia”.


Mientras la zacatecana sufre que sufre.


Tiempo al tiempo.


*El autor es Premio Nacional de Periodismo