Viernes Contemporáneo.
Armando Ortiz Ramírez.
 

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César del Ángel; cuentas pendientes
2017-01-30

El Movimiento de los 400 pueblos se convirtió en una plaga para los ciudadanos de Veracruz después de ser un instrumento político que se alquilaba al mejor postor. Al ser un instrumento político del gobierno éste los dejaba hacer lo que se les antojara. Tomaban plazas y regaban sus heces en los jardines, invadían predios y se los apropiaban, agredían a personas y a enemigos del gobierno. Se atrevieron a ir en contra de periodistas, de mujeres periodistas como Claudia Guerrero que fue agredida en varias ocasiones sin que la autoridad en ese momento hiciera algo. La cercaron en su casa, lanzaron objetos contra su propiedad y dañaron su patrimonio. Claudia Guerrero denunció estás agresiones ante la Fiscalía del Estado que en ese entonces tenía como titular a Luis Ángel Bravo. La denuncia nunca prospero, antes bien César del Ángel y Reynaldo Escobar, abogado de este movimiento, eran recibidos constantemente por el Fiscal para tomarse el cafecito.


Por supuesto que cualquier denuncia que se interpusiera en contra de César del Ángel y de sus 400 pueblos no habría de prosperar. Si hasta el secretario de Gobierno, en ese entonces Érick Lagos, bajó de su oficina a la Plaza Lerdo a conversar con los líderes y con su representante legal y hasta chistes se contaron. Era la completa impunidad que cerraba su círculo cuando Javier Duarte permitió que Marco Antonio del Ángel, vástago de ese delincuente llegara como diputado plurinominal al Congreso del estado de Veracruz.


Mientras tanto César del Ángel y sus 400 pueblos seguían haciendo de las suyas, mostrando desnudos a niños y niñas, jovencitas menores de edad que enseñaban sus pechos nacientes, y ancianos que de manera indigna eran usados como carne desnuda para causar lástima. Nadie lo detenía, nadie se atrevía siquiera a detenerlo. La Comisión de Derechos Humanos nunca se pronunció por el abuso que se hacía de las personas; el Instituto Veracruzano de la Mujeres nunca se manifestó por el trato indigno que se daba a las jovencitas; el DIF estatal nunca dijo nada de que se tratara con desprecio la ancianidad de la personas o la inocencia de los niños. Nadie lo detenía, César del Ángel era el rostro de la impunidad en Veracruz.


El Movimiento de los 400 pueblos durante años hizo escarnio de la figura de Miguel Ángel Yunes Linares y de Patricio Chirinos. A Yunes Linares lo atosigaron hasta la obsesión, lo persiguieron hasta el cansancio, lo terminaron agrediendo hasta poner en riesgo su integridad física. El servilismo de César del Ángel, su codicia y su amor al dinero es lo que finalmente lo empinó.


Ya siendo gobernador electo Miguel Ángel Yunes Linares, César del Ángel se prestó, no de gratis por cierto, a crearle un caos al electo en el Congreso del estado. Yunes Linares se hizo acompañar de Santiago Creel Miranda, una figura de la política nacional, exsecretario de Gobierno de Vicente Fox. A ellos también los acompañaba Ricardo Anaya, presidente del Partido Acción Nacional. Ávido de venganza y de dinero César del Ángel no midió las consecuencias. Con una torpeza que sólo se puede entender en alguien que deja que su mente criminal le domine, indujo a sus hordas de seguidores a agredir a los tres políticos. Las hordas desatadas actúan con imbecilidad, como perros con rabia se fueron sobre Yunes, Creel y Anaya; en ese momento pudo ocurrir una desgracia de consecuencias lamentables. Los proyectiles que lanzaron en contra de los vehículos de los tres políticos y de sus guardias de seguridad eran como para alguien muriera en ese lugar. En esa ocasión la comitiva panista de manera heroica protegió al gobernador electo, no sin que alguno de ellos resultara con alguna herida.


César del Ángel no se dio cuenta de que lo estaban utilizando como arma para que alguna tragedia ocurriera; César del Ángel fue el arma agresora, mientras los cobardes que le pagaron siguen de huida o son protegidos por el fuero.


Hoy César del Ángel está en prisión. El Fiscal del estado tiene bien sustentada la denuncia en su contra. César del Ángel, en la plenitud de su estulticia dijo que aunque perdiera la vida no iba a dejar que Yunes Linares llegara a ser gobernador. Pero no se atrevió. Antes bien corrió a esconderse. Con ello queda constancia de su cobardía.


A su edad, después de todos los delitos que cometió, la cárcel no será un castigo para él, después del mucho daño que hizo, la cárcel será su escondite, su refugio.


 


Amando Ortiz                                                                  aortiz52@hotmail.com


 

 
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