Si usted cree que en Veracruz las cosas marchan muy bien, que vivimos un cambio genuino en las formas de gobernar, que la honradez de los funcionarios públicos es la divisa suprema, que los veracruzanos ya recuperamos la tranquilidad, que la inseguridad fue abatida, que se tiene un rumbo claro en la administración, que hay más empleo, que el aparato gubernamental dejó de ser visto como patrimonio de quienes llegaron al abordaje, que ya se resarcieron los daños causados por Javier Duarte y su banda de ladrones, que lo robado ya regresó intacto a las arcas públicas y que se persiguen y enjuician a todos los corruptos, sin excepciones, entonces ya sabe por cuáles partidos votar.
Lo mismo si considera que vale la pena volver a otorgar la confianza a aquellos que convalidaron por conveniencia u omisión el accionar de la cleptocracia que asaltó Palacio de Gobierno en los últimos doce años, y que serían corresponsables del quebranto que sufre Veracruz en todos los órdenes. Si creemos en sus ofertas de que aprendieron la lección, que otros fueron los que fallaron y ellos son distintos, entonces ya sabe el sentido de su voto.
Y si cree que vale la pena dar la oportunidad a otra fuerza política, por hartazgo ante los partidos que gobernaron y están en el poder en Veracruz, y piensa que pese al verticalismo de su organización y al abrumador peso de su líder nacional en las decisiones de ese partido, supeditado todo su accionar a las elecciones del 2018, pues adelante y dele oportunidad al cambio.
E igual si juzga que hay que dar chance a fuerzas políticas emergentes o cree que el perfil de sus candidatos o de los abanderados independientes satisface sus expectativas, sea como castigo a los partidos tradicionales o por genuino interés en rostros, ofertas o estilos nuevos, entonces ya sabe qué hacer.
Lo que sí debe reflexionarse con gran cuidado es que este domingo 4 de junio tenemos la oportunidad de ejercer nuestra ciudadanía, de alzar la voz, de mostrar que la cosa pública no nos es ajena (y desde luego que no puede serlo porque las decisiones que toman quienes gobiernan nos afectan a todos).
Es la oportunidad de que sepan partidos y candidatos que no estamos dormidos o anestesiados, que no somos una masa manipulable que se cree y aplaude todo lo que nos dicen. Debemos y podemos decirles: se acabó. Que les crean sus incondicionales y quienes tengan compromisos con ellos.
Vote por quien guste pero hágalo. Quedarse en casa y quejarse después es la peor decisión. Incluso si quiere anular su voto hágalo, pues esa es una forma más de mostrar el rechazo al sistema de partidos y a quienes medran con la ignorancia y la pobreza de las mayorías.
Vote en conciencia. Por más que le digan o pretendan confundirlo, el voto es libre y secreto, nadie sabrá el sentido de su sufragio. No venda su voto, cualquier cosa que le den se le irá como agua entre las manos, y después tendrá que esperar cuatro años para que vengan de nuevo a ofrecerle migajas. Rompa el círculo vicioso que tiene hundido a Veracruz y al país.
El voto de castigo es lo que más les duele y, le apuesto doble contra sencillo, es lo único que puede cambiar el estado de cosas.
Usted tiene la palabra.
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