La marcha de este 15 de noviembre no fue exclusivamente de jóvenes, querer hacerla pasar como una manifestación de la juventud mexicana es un despropósito… pero eso no significa que no haya habido razones y motivos para ella. 

Le faltó trascendencia por no estar identificada con un sector en específico. Cuando se dieron las marchas a favor del INE, una sociedad homogénea salió a las calles; en las marchas del 8M, son las mujeres casi en exclusividad las que se manifiestan; este 15 de noviembre, fue una sociedad abigarrada la que tomó las principales rúas del país. 

¡Sí! Hubo muchos jóvenes, estudiantes, e incluso niños llevados por sus padres, pero también personas en la plena madurez y de la tercera edad que en su vida han visto un ánime, que no saben qué es #OnePiece ni les importa saber qué es… y pese a eso, no se pierde el mérito en la protesta. 

La marcha de la Generación Z, no fue de la Generación Z. La marcha del Sombrero, sin el aval de la viuda de Carlos Manzo, creador del movimiento, no fue del Sombrero… y pese a eso, se insiste, no pierden valor ni se escatima su presencia. 

Pero querer vender lo que pasó este fin de semana como el despertar de una juventud avasallada, va más allá de lo que realmente se vio en las calles. El pretender mostrar a una juventud despierta, sin hacer mención clara a la relación con los movimientos estudiantiles del pasado, fue un intento vano de poner en el psique del mexicano los atronadores ecos de la violencia de un gobierno represor. ¡No! No fue así… y pese a eso, no se puede escatimar el valor de la misma. 

Que hubo presencia y recursos de la ultraderecha para movilizar y llamar a la protesta, por supuesto que los hubo. Pero no todos acudieron al llamado de la manipulación y el engaño; muchos se aprestaron a caminar y empeñar su tiempo para dejar constancia que el deber ser de México, no es el mismo deber ser del gobierno. Y pese a eso, pese a que hubo manipulación y engaño, hubo también verdad y reto. 

Entonces, ¿Qué faltó, qué sobró? Faltó homogeneidad y tal vez fue lo único. Sobró enojo, sobró molestia, sobraron 7 años de escuchar lo que no quieren escuchar, sobró rabia e impotencia. Y ni lo que faltó, ni lo que sobró, se puede negar. 

Pero el que no se haya respondido a un llamado espontáneo, el que no haya habido homogeneidad, el que no haya despertado más interés de lo que despertaron las ofertas del Buen Fin, tampoco es justificación para que el Gobierno minimice lo sucedido este 15 de noviembre. 

Las grandes crisis políticas jamás se resuelven quieta y silenciosamente. Con inadvertida lentitud los vapores se condensan y forman nubes de tormenta, solo basta que se precipiten y choquen por los vientos para producir reacciones inesperadas y devastadoras, que lejos de abonar el campo, lo arrasan y alteran. 

La fortuna es inestable en los espinosos campos de la política, las masas son volubles y cuando las pasiones se desbordan y levantan, se puede dar pie a una serie de extraordinarios y casi siempre desgraciados acontecimientos que históricamente han hecho de la tierra mexicana, un inmenso campo de batalla. 

Las publicaciones de las redes sociales se transmutan en el severo caminar de las personas y debe ser interés y obligación del gobierno atender las causas y no ignorar el sonido de las pisadas del pueblo.  

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(COLUMNA "POLÍTICA AL DÍA")