Un penalti inexistente y dos miligramos de mala suerte evitaron que ganáramos ayer, pero nosotros sabemos quienes somos. Somos tricampeones. Somos el mejor equipo de México. Y el mejor equipo de México tiene la mejor afición de México.
En el fondo: no hay derrota.
La pasión con la que se jugó ayer en la cancha del Nemesio Díez no es la de unos derrotados, sino de triunfadores.
El triunfo ya vendrá y tocará celebrar ese momento de felicidad que es inexplicable, porque no se puede explicar lo que es incomprensible para quienes no aman a un deporte y a un equipo como nosotros amamos al futbol y al América.
Así es el futbol, porque así es la vida: ningún triunfo y ningún revés deben determinar la naturaleza de nuestro temple. Para empezar, porque ni el triunfo ni los reveses son para siempre.
Y otra cosa: no hay ningún mérito en estar solamente en las buenas. Esa no es la verdadera lealtad.
Eso me lo enseñó mi padre, Juan Jona, desde que era niño y nos llevaba a mis hermanos y a mí al Estadio Azteca.
Y esa enseñanza de la lealtad, no es sólo para el futbol. |