El horror del holocausto está registrado en la historia y sigue siendo motivo para sospechar de la humanidad de nuestra especie.
Pero vayamos a nuestro país y a nuestros días. En los últimos siete años murieron asesinados 200 mil mexicanos y desaparecieron más de 50 mil personas según la cifra oficial del Gobierno federal, o más de cien mil personas de acuerdo con información de la Comisión Nacional de Búsqueda.
Vayamos a lo bajo y pensemos que de diciembre de 2018 a septiembre de 2024 hubo 200 mil personas asesinadas y 50 mil desaparecidas. Eso significa 250 mil cuerpos inertes que ocupan un espacio y deben estar en lugares ignotos, en tumbas clandestinas, quemados sus huesos y su carne, y sus cenizas esparcidas en ríos, mares y campos.
250 mil cuerpos con un promedio de 50 kg de peso, son 12 millones 500 mil kilogramos de restos humanos, 12,500 toneladas de carne talada, de huesos destrozados, de tripas y órganos; medio millón de ojos; varios kilómetros de cabellos.
¿Dónde están todos esos cuerpos que no encontramos? ¿Cuántos pudieron recibir cristiana sepultura y fueron llorados como Dios manda?
Ante tal cantidad de desechos que antes fueron personas, seguramente los malosos tuvieron el mismo problema que sus colegas nazis, y seguramente los resolvieron del mismo modo, con centros de exterminio para desaparecer los vestigios de sus crímenes.
Esos centros no debemos llamarlos “de exterminio” porque se enoja la voz oficial, pero con el nombre que sea existieron y siguen existiendo en nuestra dolorida patria.
Hasta que alguien ponga orden…
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