Como futbolista, el joven Bergoglio se reconocía como un “pata dura” y por eso prefería jugar la posición de portero. Supo desde muy pequeño que lo suyo no iba a ser el deporte de las patadas, que nunca sería un goleador exitoso como todos los niños argentinos sueñan ser, y de ahí seguramente se enderezó hacia la vocación sacerdotal.
Como cura, como cardenal y como Papa siempre hizo público su entusiasmo por el futbol y disfrutó como todos sus paisanos el triunfo de la copa FIFA en Qatar el año 2022. Es obvio que ya como Papa recibió personalmente a sus paisanos campeones del mundo, y a Maradona en algún momento.
Francisco conservaba con afecto las camisetas firmadas que le habían dado Messi y Maradona, pero atesoraba tal vez más la que le llevaron jugadores de Brasil, firmada por Pelé.
Vean nomás, cuando le preguntaron al Papa quién pensaba que era el mejor jugador del mundo, él respondió que para él no había otro que Pelé.
Cuando recibió a Lionel Messi, le replicó al gran jugador a su saludo de “Es un honor conocerlo, Su Santidad”: “El honor es mío, Lionel. Tú das alegría a millones. No olvides jugar con humildad y alegría”.
De Diego comentó: “Maradona fue un grande, pero como hombre falló. Pobre, resbaló con el entorno de los que lo elogiaban y no lo ayudaban. Vino a visitarme aquí el primer año del pontificado y luego el pobre falleció. Es curioso, muchos jugadores acaban mal”.
Y del brasileño: “Pero para mí de estos tres, el gran señor es Pelé. Un hombre de gran corazón. Lo conocí una vez en un avión cuando estaba en Buenos Aires, hablamos. Un hombre de tanta humanidad”.
El equipo Ciclón perdió a su fanático más importante, y el futbol también, pero el Papa Francisco, desde donde esté, seguirá viendo con emoción y simpatía los juegos del deporte que tanto le apasionó.
Aparte de todo lo bueno que hizo en su vida.
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