Lo grave no es solo la muerte en Uxpanapa, sino el contexto general. Apenas horas después, en Oluta, un ex aspirante a la candidatura de Morena de nombre Marte Barbaro Hernández fue asesinado. ¿Quién tiene interés en desestabilizar la entidad justo en el momento de mayor competencia política? ¿Qué grupos aparecen una y otra vez en las coyunturas donde la violencia emerge como un actor más de la elección? La respuesta, aunque no directa, se insinúa sola.
La oposición que hoy señala con dedo inquisidor a Morena, acusándolo de politizar la violencia o de responder con críticas al pasado, parece haber olvidado episodios similares que marcaron sus propios gobiernos. ¿Ya no recuerdan los accidentes durante campañas pasadas que costaron vidas y que también dejaron heridas en la estructura política del estado? Casos como el accidente de Erick Lagos Hernández en plena gira o el trágico suceso en el que se vio involucrada Marijose Gamboa, ocurrieron en procesos electorales previos. Y, sin embargo, hoy nadie los recuerda.
La crisis política en Veracruz no es nueva. Lo que sí es novedoso es el rostro que asume cada seis años, dependiendo de quién está en el poder y de qué tan amenazado se siente el viejo régimen. En este proceso, lo que está en juego no es solo una elección, sino el control del poder real. Pregúntese: ¿quién se beneficia del caos? ¿Quién siempre está presente cuando ocurren estos hechos? Usted saque su mejor conclusión.
Al tiempo.
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