En una región donde confluyen intereses de tala ilegal, control territorial y rutas clandestinas, es casi imposible que cualquier figura pública de peso no interactúe —voluntaria o involuntariamente— con actores que se disputan ese territorio.
La Sierra de Zongolica es una de las zonas más ricas en recursos maderables del estado. La explotación legal e ilegal de sus bosques genera millones de pesos anuales, una economía paralela que atrae no solo a organizaciones criminales tradicionales, sino también a presuntos grupos paramilitares, conformados en algunos casos como autodefensas de facto y en otros como brazos armados de cacicazgos históricos. El poder en Zongolica no es una línea recta: es una red compleja donde confluyen intereses económicos, políticos y criminales.
En este contexto, la clase política suele moverse entre acuerdos tácitos, silencios obligados y equilibrios frágiles. Es posible que Mezhua Campos haya tenido roces o negociaciones con estos grupos, como ocurre con muchas autoridades locales en regiones abandonadas por el Estado.
Pero también es posible que su asesinato responda a la creciente disputa por el control maderable, a conflictos internos de la región o incluso a reacomodos derivados de la transición nacional y estatal.
Lo que sí es innegable es el patrón: Zongolica se ha convertido en un punto rojo donde las autoridades municipales son blanco frecuente. Cuando un exalcalde con influencia regional es ejecutado y el crimen ocurre en medio de una visita presidencial, el mensaje es claro: quien controla la sierra no teme ni a los gobiernos ni a sus símbolos.
La violencia en Zongolica no es un hecho aislado, sino el síntoma de un territorio donde el Estado compite —y pierde— frente a otros poderes. Y mientras ese vacío persista, la sierra seguirá cobrando vidas, sin importar apellidos, cargos o coyunturas políticas, por lo pronto la investigación está en manos de la Fiscalía General del Estado (FGE) quien deberá dar resultados inmediatos o seguir acumulando una larga lista de hechos sin atender, como ya es su costumbre.
Al tiempo.
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