Los Políticos.
Salvador Muñoz.
 

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El pulso del primer informe
2025-12-02

La euforia por el Primer Informe de la “Gobernanta” Rocío Nahle alcanzó para lo mismo que dura la espuma en un vaso de café lechero en La Parroquia: un ratito, una foto, unos aplausos y un domingo soleado que prestaba para fingir entusiasmo institucional. En Plaza Lerdo, la fiesta administrativa se sintió como esas celebraciones donde nadie sabe si aplaudir por gusto o por inercia, pero todos terminan moviendo las manos porque la cámara está apuntando. Y claro, para que el efecto durara quizá quince minutos más (Warhol), apareció El Fofo Ramírez Arana con sus declaraciones que –si no prendieron la llama– al menos sirvieron como chispero en el “After” de la “Pari” del domingo.


Pero más allá del confeti y los discursos con olor a imprenta (pinche nostálgico), la realidad es terca. Hablar de las cuentas alegres sería tan monótono como enumerar los ausentes y los presentes en esta fiesta gubernamental. Fueron los que tenían que ir y critican los que tienen que criticar. Para eso sirven los bandos, para eso existen las porras y las pedradas. La verdadera desolación está en que cada cual se fue contento creyendo que su versión es la única cierta, la más pura, la más legítima… aunque ninguna pase la prueba del ácido ciudadano.


Porque el pulso del Informe no lo trae la Gobernanta. Tampoco la oposición, ni las focas que ese día hicieron fila para ver quién aplaudía más fuerte, ni los redactores de boletines disfrazados de columnas que parecen competir por ver quién acomoda más adjetivos brillosos en menos caracteres. El pulso –el real, el que duele, el que pesa– lo carga el ciudadano. Ese que no fue invitado a la fiesta, pero que paga la orquesta, las luces y hasta las botellitas de agua que reparten los jóvenes uniformados de chaleco institucional.


Y es que no hay mandatario, en ninguna época de la historia veracruzana, que se atreva a pararse frente al micrófono para decir que su gobierno va mal. Qué va. Todos, sin excepción, se declaran maravillosos. Todos presumen que sus funcionarios son la élite administrativa que Veracruz jamás soñó. Que si hubo tragedias, ya se superaron; que si hay inseguridad, alégrense, porque antes estaba peor; que si hay feminicidios, robos, homicidios, extorsiones, pues ya no son tantos… como si en esa estadística de consuelo cupiera la tranquilidad de una madre o de un comerciante que cada noche reza porque su negocio amanezca completo.


Pero el Informe no se mide por aplausos ni por alfombras rojas. Tampoco por el cinismo con que algunos funcionarios se refieren a la Gobernanta como si ese título fuera sinónimo de virtuosismo. No se mide por la prosa de los columnistas, ni por el enojo de la oposición, ni por los aplausos enlatados de los aliados. El verdadero termómetro está en el veracruzano de a pie: el que vende las tortillas, el que recoge la basura, el que corre para alcanzar el urbano porque si llega tarde le descuentan el día. Ese ciudadano, con los pies en el pavimento y la cartera siempre al borde del colapso, tiene el pulso más exacto del primer año de Nahle.


Y si nos ponemos más exquisitos, habría que preguntar a los ciudadanos del norte cómo han sentido estos primeros 365 días de administración. Quizá ese termómetro nos arrojaría datos que sorprenderían a más de un entusiasta del Informe y pondrían a sudar frío a uno que otro integrante del gabinete… o quizás hubiera una bofetada sacamocos a la oposición…


Ahora queda esperar el Primer Informe oficial en el Congreso, donde seguramente habrá más aplausos y más discursos para celebrar el primer aniversario de tener a la primera gobernadora en la historia del estado… Y claro, también a la primera Gobernanta… al menos según sus propios funcionarios, que a veces la alaban con tal fervor que uno sospecha si su lealtad es producto de convicción, costumbre o simple terror de perder la chamba.

 
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