Mucho se ha hablado sobre el terrible acontecimiento del pasado 17 de octubre en la ciudad de Culiacán, Sinaloa. En un operativo realizado por las Fuerzas Armadas detuvieron al hijo del capo más grande de México en los últimos años, pero la estrategia resultó fallida, lo que concluyó en la liberación del presunto criminal.

Esto ha polarizado de manera significativa la opinión pública del país, pues a pesar de que la decisión inicial es considerada como una muy mala, la aprobación de la gente hacia el presidente se mantiene.

Es interesante analizar las distintas encuestas realizadas por los medios más importantes de México, en donde la mayoría arroja resultados similares. Mientras que en Sinaloa (donde se vivió en carne propia la balacera) están a favor de haber liberado al detenido con tal de que cesara el fuego, en el resto del país hay inconformidad en que se haya tomado esta decisión.

Ahora bien, es importante que caigamos en la cuenta de cuál es el verdadero problema: el mensaje que queda de todo esto. Ante México y el mundo ganó la delincuencia; superaron a quienes debieran garantizar nuestra seguridad.

Los demás cárteles pudieron observar la capacidad de respuesta, organización y armamento con el que se defendieron los involucrados. Y lo único en lo que están pensando es en ser mejores, armarse mejor y prepararse más para estar a la altura de las circunstancias.

La población se siente indefensa, la preocupación de que las fuerzas del narco sean mayores que las del Estado es amplia y va en aumento. Hay que recordar que esto sucede en el marco de dos masacres previas y ataques directos contra las fuerzas del orden.

Después, está el hecho de que se perdieron vidas, tanto militares como civiles y ese daño ya no se puede resarcir. ¿Murieron en vano? Aunque quisiera pensar lo contrario, pareciera que sí…

Lo que es claro es que el ejército tiene mucha más fuerza y mayor capacidad de combatir, pues están preparados para guerras de mayor magnitud. El tema es la estrategia que el presidente quiere implementar, que es evitar utilizar dicha potencia. Pero ¿cómo implementar operativos de seguridad sin ejercer la fuerza del Estado? En mi opinión es imposible.

Así pues, el Estado se encuentra en ‘jaque’ y es su turno de mover las piezas. Es necesario que respondan de manera contundente, sin tibiezas y con claridad. Es urgente que exista capacidad de reacción, pues hasta ahora sólo hemos visto fallas y justificaciones, mas no correcciones.

Se viven tiempos de mucha incertidumbre en el país, lo que genera violencia y termina en desgracia. Un pueblo tranquilo es un pueblo productivo, uno inseguro se torna violento, pues ve esa opción como única salida.

Es por esto que considero vital que como sociedad dejemos a un lado el panorama político de la situación, es decir, que no importe el hecho de tomar una postura a favor de uno o de otro. Sino que exijamos resultados positivos, sea la estrategia que sea, pero que resulte. Pues en estos temas no está en juego un cargo público o la aprobación de un partido, nos jugamos la vida…

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