Línea Caliente.
Edgar Hernández.
 

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Karime, el verdadero infierno
2016-08-11

¡La triste historia del chimoltrufio!


 A quienes tocó vivir aquella época difícilmente podrán desmentir que Dante Delgado era bueno para la mentira y que desde la Secretaría de Gobierno en la época de don Fernando, gestaba problemas para después asumirse como el gran solucionador.


A la vieja usanza priista y a lo largo de 90 años, eso de la engañifa y la transa en mayor o menor escala siempre fueron recurrentes en sucesivos gobiernos federal y estatales.


Sin embargo, había límites.


Hace 40 años robarse un millón de pesos constituía el gran escándalo y se encarcelaba no al ladrón del millón, sino a quien amén de ratero era sustantivamente desleal al partido, al grupo o a la causa política.


Pero el molde un día se rompió.


En Veracruz tocaría a Fidel Herrera Beltrán imponer un nuevo estilo de hacer política.


Extraído de los caños del poder y de cara a la modernidad, lanzó esa nefasta modalidad de la “Fideliña”. Esto es, a base de mentiras recurrentes y corruptelas sin freno gestar una nueva corriente de jóvenes no precisamente preparados para gobernar, sino para robar.


Darles el a,b,c… de  cómo utilizar el dinero del pueblo para fines personales y cómo encontrar los caminos del saqueo a las arcas públicas por medio de una simple comedia de mentiras o una brutal alianza con el crimen organizado.


Es decir, consolidar una generación de delincuentes de cuello blanco.


Así su gobierno, heredero de una deuda de 3 mil 200 millones de pesos, fijó como meta –porque en política no hay casualidades- endeudarse 6 veces más y gobernar a la vieja usanza de salpicar y hacerse de un sinfín de cómplices.


18 mil millones de pesos deja Fidel como herencia a los veracruzanos, por cierto algunos de ellos felices de que “fue un buen gobernador”, el mismo que acostumbraba los billetes de a 200 pesos para el infelizaje cada vez que salía de gira, hasta que un día un ayudante se equivocó y le metió en el bolsillo puros de a 500 y tremenda sería la tremolina en apartado pueblo que visitaba de tal suerte que tuvo que salir corriendo para esconderse en una bodega.


Antes de irse -el de nombre Fidel y mote “Nauyaca”-  se echó a la bolsa 10 mil millones de pesos aprobados por el entregado Congreso local fijando al sucesor, Javier Duarte, cuotas varias: su equipo se mantendría inamovible y en los primeros planos; una cuota mensual de 10 millones de pesos como pago de marcha y cien millones por cada Navidad hasta el fin del sexenio.


La sucesión del 2016, sin discusión la decidiría este oscuro personaje          -Erick Lagos estaba en su mente- a pesar de que la idea iba en favor de Alberto Silva, el Cisne, quien nunca le cayó bien por los malos pasos a los que había encaminado a Fidel Herrera Borunda.


Y si no le caía bien a Fidel menos a doña Rosa, toda una fiera que mantuvo apartado al emplumado del 2004 al 2010 hasta que lo cobija Duarte con su gobierno e impide que le arrebaten la alcaldía de Tuxpan.


El tema es que Fidel con su plan ranchero somete a Javier a fin de que construya la circunstancia del 2016 para  que en el 2018 entrara al quite Javier Herrera Borunda.


Plan perfecto.


El clon, sin embargo, no le salió como quería. La gata le salió respondona y ya investido con el poder se convirtió en el Frankenstein veracruzano.


El chavo cuyo mayor mérito con la Fidelidad había sido como pegador de notas periodísticas y hazmereir del grupo -su jefe, Alberto Silva, nunca lo consideró en un primer plano aunque le daba un cierto chance para que no lo corrieran “por inútil”- había crecido de manera amorfa.


Javier de la mano de Arturo Bermúdez, quien desde el alemanismo ya le hacía al investigador chino, armó su sueño veracruzano para doblar a Fidel en su favor.


Ya desde la víspera del destape Duarte se empezó a mover por la libre.


“Voy por un voto, un solo voto, el de Fidel… ¡Ayudame!, le dijo a este reportero tras un largo cafetín en “Toks” ya cercanos los días en que Fidel tomaría la decisión.


Javier Duarte, llega finalmente en medio del encono de Carolina Gudiño, muy cercana a Fiel, pero con el respaldo de doña Rosa, quien desojó la margarita entre Pepe y Javier… para que finalmente le gustara más el sometimiento de Javier, “aunque tú eres el Plan B, le diría a Pepe”.


Se sucede pues el destape, la campaña y la asunción.


En el papel todo se veía maravilloso, pero… ¡las arcas estaban vacías! No había, como en este 2016, ni para pagar el aguinaldo de ese infausto 2004. Tampoco para el arranque del gobierno y lo peor, los colaboradores no acataban ninguna orden si no disponía primero el “jefe” Fidel.


Los primeros días fueron aciagos.


Todos, hasta Javier, acordaban con el Tlatoani. Sin embargo al paso de los meses empezó el retiro estratégico en donde los fidelistas mismos por el interés del dinero, por supuesto, empezaron a tejer un entramado alrededor de Duarte contra Fidel.


Las grandes francachelas y orgías terminaban en ominosos acuerdos en donde acordaba cómo mejorar las transas de Fidel.


Y lo lograron.


Más de 500 mil millones de pesos de presupuesto estatal en el sexenio pasaron por sus manos al igual que las multimillonarias aportaciones federales e internacionales sujetas a comprobación que nunca lo fueron.


La genialidad fue la gestación de una “licuadora” ¡vaya genialidad! para ministrar los recursos y atender las necesidades urgentes no de la población, sino de los aliados urgentes de llevar el dinero a un sano puerto de lavado, a escondites seguros, a la creación de múltiples empresas y sociedades inconfesables.


No hubo llenadera.


Los recursos, 40 mil millones de pesos que investiga la Auditoria Superior de la Federación son parte de lo mismo, las empresas fantasma obra de Ranulfo Márquez y Alberto Silva, que son quienes las crearon, también contribuyeron al saqueo; los paraísos fiscales de Inglaterra de Audirac, quien se fue por la libre; los excesos de Vicente Benítez, Tarek, Ferrari, Nemi con sus departamentos en Puebla y tantas y tantas historias que en el día a día empezaron a convertirse en verdaderas hazañas de los malosos.    


Desde luego que para alcanzar todo ello se requirió de una gran capacidad histriónica para engañar el pueblo “mirándolo a los ojos”, mintiéndole sin que escurriera sangre por la comisura de los labios, de gritar “¡Al ladrón al ladrón”! cuando el botín estaba a su lado y de actuar al estilo de la Chimultrufia en donde “lo mismo te digo una cosa que otra”.


Que nadie le creyera al señor Duarte, que de gordo pasó a flaco, con distintos peinados, unos curiosos anteojos rojos –como su reloj-, una prolongada barba y una singular vestimenta para gobernar de bermudas y chanclas, es otro cuento.


El y su grupo cumplían con el guión sustentado en la mentira hecha verdad, aunque para ello tuvieran que pisotear la Constitución y leyes supremas de Veracruz, que se tuvieran que reír a carcajadas de su propia clase y menospreciar a la gente sabia.


El sueño jarocho de Duarte, sin embargo, un día llegaría a su fin.


Entre sí se destruyeron por la selección del candidato, sobrevino la división y la muerte súbita de Duarte el 5 de junio cuando el super-archi-recontra-enemigo de Fidel, que ahora está potencializado con Javier, Miguel Ángel Yunes Linares, les arrebata legalmente la gubernatura y… patas pa`que te quiero: a correr.


En la resaca queda ese tufo del nuevo poder que se gestó a la largo del sexenio sustentado en la mentira y las transas. El mismo del cual ahora presumen los duartistas que se asumen como blancas palomas.


Es el mismo que al amparo del poder se gestó otro,  el poder matriarcal encarnado por Karime Macías cuyas historias tras las paredes de Casa Veracruz ya están creando leyenda.


Tiempo al tiempo.


*El autor es Premio Nacional de Periodismo

 
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