Son los dirigentes añejos, venerables. Su figura y su historia se contraponen con la de los charlatanes, de las rémoras que engruesan los cardúmenes de aprovechados que van cachando las sobras y los despojos de la Cuarta Transformación y medran con las unas y con los otros.
Desde la presidencia de la Jucopo, el diputado por el distrito de Cosoleacaque ha llegado a imponer su impronta. Su actuación está siendo valorada en contrapunto con lo que hicieron otros liderazgos en la cámara, tanto de la oposición como de su mismo partido. Se le reconoce su cercanía con la gente, su apertura a escuchar a los quejosos y a los necesitados, su capacidad de diálogo con propios y con
extraños, su experiencia política para lograr acuerdos y mantener en paz las cosas en el Congreso veracruzano.
Y otro rasgo notable, su sencillez, su accesibilidad, su don de gentes.
En el trato con los medios de comunicación -que tuvo tantos claroscuros y más bien muchas turbiedades en la administración de Cuitláhuac García y sus cuates- el profe Esteban dio el primer buen mensaje con el nombramiento en la delicada área de comunicación social de un reconocido y talentoso periodista, el colega Esaú Valencia Heredia, que de inmediato puso orden en la sintaxis y el contenido de los comunicados del Congreso y, especialmente, en la relación cotidiana con los reporteros de la fuente.
Frente a los efluvios de saltimbanquis que mantuvieron en la cuerda floja el prestigio y la dignidad de la Legislatura, la figura seria y confiable del profesor Esteban Bautista Hernández ha significado un chapuzón en el desierto de las ideas en que se había convertido la representación popular.
Hay ahora un líder genuino, un luchador impertérrito y una voz confiable como interlocutor del Poder Legislativo.
Que siga así…
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