Veamos: si es viernes 14 o 29, si llueve a cántaros, si hay una manifestación en el Centro o en la SEV o en la Normal y viaja por la ruta 14, es seguro que hará desde 60 hasta 80 minutos para llegar desde la Revo hasta la Plaza Lerdo. Pero si es martes, día 8, hay un día soleado, no hay manifestantes que interrumpan ninguna vialidad y toma una ruta de camión diferente, en una de ésas se tarda unos 20 minutos en arribar a su destino. Ah, pero puede haber una obra del ayuntamiento o un choque o hasta un socavón de recién estreno, y entonces todas las condiciones favorables cambian a calamitosas.
¿Qué hacer entonces con la cita? ¿Salimos de casa dos horas antes con el riesgo de tener que esperar más de una hora y media a que llegue la persona del
compromiso? ¿O salir media hora antes y entonces hacer esperar más de una hora y media a la persona citada?
En Xalapa el tiempo no tiene remedio, y menos palabra.
Hay habitantes que se han decantado por un justo medio, y si saben que pueden hacer 20 minutos o una hora y media en el mismo recorrido, dependiendo de las condiciones del camino y el clima, como dicen los choferes de ADO, pues salen 45 minutos antes, aunque saben que no llegarán ni a tiempo ni tarde, pero cuando mucho tendrán que esperar una media hora o hacer esperar al otro o a la otra el mismo lapso.
La bronca es que en Xalapa ya no caben tantos coches y tal vez tantos habitantes. Si todos los que viven ahí fueran solamente oriundos sería una ciudad muy cómoda, pero el caso es que durante muchos años han llegado foráneos a ocupar los lugares en el transporte público, a contratar taxis vacíos, a hacer más largas las filas de lo que sea y a llenar de cuerpos y olores el breve espacio en el que no están las mercancías en el súper.
Somos muchos, dice el eficiente alcalde Alberto Islas, pero nada puede hacer para contener el crecimiento de la capital. Somos muchos, piensan todos, pero nadie hace nada por irse a estorbar a otra parte.
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