Sorprendió el crecimiento de Movimiento Ciudadano, que consiguió en las urnas 41 alcaldías, aunque le quitaron dos en los escarceos postelectorales. También obtuvo 120 regidurías, suficientes para ser una fuerza de equilibrio que no podrá ser ignorada.
En números redondos, los naranjas se alzaron con 600 mil votos, que los colocaron como la segunda fuerza electoral del estado y mandaron a PAN al tercer lugar. Precisamente los blanquiazules vieron perder a poderosos integrantes de su estructura y perdieron la hegemonía que habían tenido en varias regiones, como la zona conurbada Veracruz-Boca del Río-Medellín y la zona de Tantoyuca, que parecía inexpugnable.
Todos vimos cómo el PRD se extinguió y perdió el registro tal vez para siempre, tullido por sus propias limitaciones.
De la mano de Alito Moreno, el PRI siguió su firme caída hacia el abismo de la indiferencia ciudadana, y permanece como un testimonio histórico, como un vestigio dinosáurico de un pasado de gloria al que le quedan solamente algunos estertores.
Pero si el PRI tiene firmada su sentencia de muerte, quedan de él grupos supervivientes que reagrupados pueden regurgitar como una fuerza visible para los próximos eventos comiciales, si hay alguien que consiga sumar voluntades, revivir esperanzas y renovar viejos pactos.
Viene en pos de esa fuerza dormida un nuevo partido que se empeña en resucitar las alianzas y congregar a las generaciones. Estará listo para empezar a competir, solo, en 2027, y en 2030 será sin duda una pieza inevitable en el ajedrez político.
Y a veces, un simple peón bien colocado puede ser definitivo para alcanzar la victoria. Todo es cosa de estrategia.
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