La diferencia es más que evidente: mientras Nahle levantó la refinería Olmeca y cerró tomas clandestinas (antes de convertirse en la candidata más votada al Gobierno de Veracruz), el general huachicolero anda con brazalete electrónico esperando clemencia, tras ser investigado por la FGR desde 2019 y con una extradición encima.
Pero eso no es todo. Estos ataques en nado sincronizado seguramente también traen la bendición (o el empuje) de otro sospechoso santo patrono del huachicol: el todavía senador Adán Augusto López Hernández, un aparente huachicolero mayor, que todavía carga con el tema de La Barredora y sigue con el agua hasta el cuello.
En efecto, un “morenista” contagiado también de la putrefacción y de los usos del pasado, que junto con su exsecretario de Seguridad (hoy en manos de la justicia), imitaba o permitía presuntamente la depredación de combustibles, mientras dejaba a un estado como Tabasco bajo el amparo del hampa.
Entonces, ¿de qué escándalos hablamos? Porque unos entregaron Pemex como cajero automático del crimen organizado, y otros (con todas las resistencias) devolvieron la soberanía energética, tal y como lo aseguró la Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo quién reconoció a la Gobernadora Nahle.
Por eso los ataques son tan rabiosos (y seguramente vendrán más): la coherencia incomoda. Nahle no apareció de la nada; desde el Congreso peleó contra la privatización de Pemex, como secretaria de Energía construyó Dos Bocas, y hoy, como Gobernadora, representa esa línea divisoria que los de antes no soportan.
Pero esas verdades no aparecerán en las ocho columnas, por ejemplo, en Reforma…
@IvanKalderon |