Los abanderados de Movimiento Ciudadano harán su tarea para colocar al partido de Dante Delgado como la segunda fuerza política de Veracruz, amparados por el trabuco que conformó el comité estatal con Luis Carbonell al frente. Entre ellos, Román Moreno en Xalapa seguirá siendo una Coca en el desierto de las innovaciones, un suspiro en el viento, con sus originalidades y su carisma popular, no populista.
Los panistas jugarán como siempre, con campañas conservadoras, con su propuesta de democracia decente y bien dispuesta. Y por primera vez tratarán de
desmarcarse de la marca de los Yunes del Estero, ésos que tantos triunfos electorales les dieron y ahora no dejan de ser una piedra en el zapato.
El PRI va por la supervivencia, con un comité nacional atrapado en las ambiciones de Alito y un comité estatal que hace milagros para permanecer en el casting del teatro de los absurdos de las elecciones. En Xalapa, Silvio Lagos Galindo saca fuerzas de flaqueza y mantiene una presencia y una competencia decorosas, cuando menos.
El Partido del Trabajo seguirá en su papel de esquirol de Morena y cumplirá la función que le fue encomendada, a cambio de mantener su registro en Veracruz.
Pero eso sí, el ruido sonará estridente (como si no fuera poco con los perros que ladran, los albañiles que golpean los muros y ponen corridos tumbados, los vendedores a gritos de todos los productos imaginables, los vehículos sin silenciador, los…). El sonido se terminará de enseñorear de las ciudades y los pueblos porque los que quieren ser autoridad necesitan gritar para que alguien los oiga.
Somos un pueblo aburrido, cansado del ruido y de la furia (“es un cuento narrado por un idiota, repleto de ruido y furia”, el Macbeth de Shakespeare), harto de ir a votar para que queden los de siempre:
“Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”, Neruda.
Pero el show debe continuar…
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