Hasta ahí hubiera quedado el exabrupto de no ser porque de las gradas se dejó venir el diputado Héctor Yunes Landa que se puso el yelmo, se bajó la visera, se acomodó el peto, subió a Rocinante, tomó su lanza, su adarga y órale, se le fue a Reyes Hernández exigiendo que se disculpara con la legisladora.
Pero ahí no paró el asunto.
Un video de 26 segundos que se hizo viral en las redes lo muestra minutos después increpando a un colaborador del Congreso. Con la cara descompuesta por la ira, el índice amenazante bailando frente a los ojos del colaborador y luego con los puños cerrados, listos para golpear, le dijo. “Tu me has estado chingando varias veces, me tienes hasta la madre ¿eh? Van dos veces... no te me pongas porque te rompo la madre... no te metas conmigo”.
Quienes conocen al legislador o han oído hablar de él, saben que es de mecha muy corta y se enciende a la menor provocación. Pero para sus seguidores, que los debe de tener y lo veían como la salvación para Veracruz, la decepción debió ser enorme.
“En el hipotético caso de que llegue a la gubernatura, imagínalo resolviendo los problemas de la entidad mediante amenazas y carambazos. Nomás imagínatelo” me dijo alguien.
Y luego vino la segunda parte: la justificación de su enojo y la disculpa pública que ni con mucho tuvo la difusión del primer video.
Buen político, con un historial envidiable que comenzó desde que tenía 17 años. Y buena persona, sencillo, de sangre liviana, charla agradable y con un conocimiento profundo de Veracruz y sus problemas, Héctor Yunes corre el riesgo de pasar a la historia como un camorrero de barriada.
Ni hablar...
Pero mientras el legislador se disculpó “con aquellos que se sintieron ofendidos” con sus palabras, lo que incluye al colaborador del Congreso, el titular de Sefiplan Miguel Santiago Reyes, “olvidó” disculparse con la diputada San Román. Actuó igual que el flamante delegado del IMSS-Bienestar, Roberto Ramos Alor, que cuando fue titular de la Secretaría de Salud, ofendió en una comparecencia a la entonces diputada Anilú Ingram Vallines y tampoco se disculpó.
¿Causó sorpresa el “olvido”? No, nada bueno hay que esperar de este tipo de patanes.
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