Uno de los temas más polémicos en el mundo es, sin duda, el aborto. No existe sociedad alguna en el planeta que tenga una postura unánime al respecto y no es para menos, pues se trata de un tema bastante delicado en donde, sin importar la posición que más compartamos, debemos reconocer que ambas partes llevan un tanto de razón en sus argumentos. Por un lado, se defiende la vida desde la concepción hasta su muerte natural, mientras que del otro se procura la vida de la mujer gestante por encima de cualquier cosa. Ambas posiciones dicen tener respaldo científico, sin embargo, es verdad que también llevan consigo un tinte ideológico, intrínseco del ser humano.

México no es ajeno a este debate, ya que desde hace varios años se mantiene en la agenda pública sin encontrar una solución que sea del agrado de todos o, por lo menos, de la mayoría. El día de ayer presenciamos justo esto, una especie de “batalla” en todos los medios de comunicación, donde la búsqueda última era posicionar una de las dos posturas por encima de la otra. Pareciera que no se accede a buscar un acuerdo en donde ambas partes puedan sentirse satisfechas, debe ser todo o nada y al final debe existir un lado “vencedor”.

¿Cuál fue el debate de esta semana, respecto al aborto en el país? La resolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) sobre un proyecto que buscaba reformar el código penal de Veracruz en sus artículos 149, 150 y 154. En resumen, el sector pro aborto buscaba que dicha práctica tuviera menos regulaciones de las que ya tiene, entre ellas, ampliar las causales al grado de que cualquier mujer bajo cualquier circunstancia pueda abortar por el simple hecho de querer hacerlo (hasta las 12 semanas de gestación), además de eliminar el castigo a quienes acceden a realizar el aborto fuera de las causales vigentes. Sin embargo, la Corte resolvió que el amparo promovido para dicha reforma carecía de estructura y sustento jurídico, por lo que el proyecto fue rechazado.

Hablando con voces de ambos lados, me percato de dos cosas fundamentales, el fin que buscan es distinto, pero las formas son bastante similares. Se rechaza por completo la postura contraria y, cuando la razón no asiste a la causa que se defiende, inconscientemente se alude a la ideología. Y es que todo se reduce a la comprensión de lo que «vida» significa para cada quién, lo que nos conduce a una discusión interminable por ver quién tiene la razón, alejándonos de encontrar una solución real y objetiva que ayude a mermar el problema de fondo. Insisto, ambas posturas dicen contar con el sustento científico que respalda sus argumentos, por lo que volvemos a caer en la disyuntiva del inicio de la vida y de cuál es más importante, la de la mujer pensante o la del ser por nacer.

Independientemente de lo anterior, siento necesario aclarar que el aborto ya es legal en todo el país, pero se sigue criminalizando por las circunstancias en las que sucede. Esto es porque la Constitución protege la vida desde la concepción, no obstante, situaciones como una violación, malformaciones genéticas del ser en gestación, circunstancias socio-económicas, además de otras situaciones de violencia contra la mujer, hacen que esta norma sea “flexible”, por lo que cada entidad federativa decide hasta qué punto es legal y a partir de cuándo se castiga.

En mi opinión, considero posible el acuerdo, más no veo voluntad para que ello suceda. Y entiendo que no sea sencillo, pues no hablamos de dinero, comida, armas, libros, etc., hablamos de la vida, lo más preciado que cualquier persona pueda poseer, pues sin vida no puede haber nada más. Aunado a lo anterior, lamentablemente también existen intereses económicos y políticos de por medio, lo que hace aún más complicado abordar la problemática de manera neutral. Por ello considero que necesitamos involucrarnos más como sociedad en el tema, abundar en los debates, informarnos constantemente y, sobre todo, buscar la manera de ponernos de acuerdo, pues mientras insistamos en que sólo existe una postura correcta, continuaremos sintiéndonos parte de un bando en medio de una lucha estéril que lo único que concibe es discordia y división.

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