Sin el afán de demeritar la relevancia del Cenegas, la no ubicación de Cuitláhuac García en las primeras líneas del gabinete presidencial comunica todo, más aún cuando el propio exgobernador se dedicó a correr la voz (en su momento), sobre su inminente asignación a la Secretaría de Educación Pública o de Energía, cosa que nunca ocurrió.
Si bien es cierto, Cuitláhuac García estuvo considerado para un posición federal mucho más elevada, las cosas cambiaron cuando la presidenta recibió reportes pormenorizados sobre lo que hizo y no hizo como gobernador, además de su nula colaboración en la contundente victoria de Rocío Nahle.
Inseguridad, desfalcos documentos por la Auditoría Superior, huecos financieros, nóminas infladas, así como rezagos en algunos rubros educativos, son tan sólo una parte de la pesada herencia que García dejó a Nahle. Hay razones de sobra para que tanto la presidenta como la extitular de energía no deseen verlo ni en pintura.
Por eso a Nahle le cuesta trabajo guardar prudencia cuando es cuestionada sobre lo que su antecesor le dejó, pero acaba siendo institucional, como lo es la presidenta en su conferencia cada vez que le mencionan a su titular del Cenegas: es simple, no hay por qué ventilar lo que se puede tratar de forma interna.
Derivado de todo esto y de la actualidad en Veracruz, en Palacio Nacional existe la instrucción de negarle al exgobernador cualquier acercamiento con la presidenta, al menos hasta nuevo aviso, algo similar a lo que ocurre con Cuauhtémoc Blanco y Félix Salgado Macedonio.
Por lo pronto, federación y gobierno veracruzano buscan amainar y controlar (de manera conjunta), el brote de violencia electoral por la renovación de las alcaldías. Esperemos que las cosas se calmen pronto (y de buena manera), con la llegada de los 3 mil 500 nuevos elementos de la Guardia Nacional.
Veremos qué ocurre.
X: @aaguirre_g
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