Hace un par de días se cumplieron dos años de mandato del presidente Andrés Manuel López Obrador, por ello, rindió un informe del trabajo realizado hasta el momento. En resumen, el ejecutivo federal presumió ahorros en la administración pública, avances en materia de seguridad al reportar bajas en los índices delictivos, un modelo exitoso en el manejo de la pandemia y la garantía del apoyo a los pobres a través de múltiples programas sociales. De todo lo anterior, podría reconocer que lo único que sí es verdad es que los apoyos sociales han sido un éxito para el gobierno, no así para la economía del país, pero más adelante entraremos en detalle.

Mientras, es sencillo desmentir el tema de los supuestos ahorros. El mandatario nacional afirmó que gracias a la política de austeridad republicana el gobierno pudo ahorrar 560 millones de pesos. En contraste, tan sólo en dos años de gestión agotaron casi la totalidad de los ahorros de los últimos tres sexenios, pues de 297 mil 770 millones de pesos que había en el Fondo de Estabilización de Ingresos Presupuestarios (FEIP), hoy quedan cerca de 30 mil millones de pesos. Dicho fondo estaba pensado para cubrir emergencias, se me ocurre que podrían ser útiles para afrontar las actuales crisis sanitaria y económica, pero ese dinero se utilizó para intentar rescatar PEMEX y para mantener a flote los diversos programas sociales promovidos por el mismo presidente.

También aseveró que en este año los índices delictivos bajaron considerablemente, lo que es verdad. No obstante, poco de eso es gracias a algún ejercicio desde el gobierno, pues varios análisis de organizaciones civiles que se especializan en observar y encontrar las causas que ocasionan distintos crímenes, han resuelto que la delincuencia bajó gracias al periodo de confinamiento ocasionado por la pandemia y, en contraste, los delitos de violencia familiar, extorsión y violación a menores de edad en casa aumentaron por el mismo motivo. Por lo tanto, no es una medalla que el gobierno se pueda colgar.

Hablando de la pandemia y su manejo desde el gobierno, es indiscutible que no somos ejemplo de nada, más que de lo que no se debe hacer. A diferencia de modelos exitosos en otros países en el mundo como Taiwán, Nueva Zelanda o Corea del Sur, en México no se realizan pruebas, salvo a algunos privilegiados funcionarios y a las personas que prácticamente llegan en calidad de urgencia al hospital por síntomas de covid-19. Por ello es que la pandemia nunca ha estado bajo control, a pesar de que el presidente se haya empeñado en decir que «ya pasó lo peor» desde el mes de abril pasado. 

Lo cierto es que el número de casos y muertes por covid-19 en México son alarmantes, a pesar de que existen subregistros, es decir, que no hay un conteo real de dichas cifras. Además, las actividades productivas sufrieron el cierre obligado por muchos meses, casi todo el año desde marzo, sin que el gobierno haya empleado medidas efectivas para evitar la propagación del virus y sin apoyos fiscales para ayudar a las pequeñas y medianas empresas a afrontar el golpe de la pandemia.

Lo que me conduce al siguiente punto, la economía. Desde que el gobierno de López Obrador llegó al poder, la economía de México no ha hecho más que empeorar. Lograron algo casi imposible, frenar el desarrollo y el crecimiento de la productividad del país por todo un año, además de que el Producto Interno Bruto del país decreció en un 18.7 por ciento, lo que significa que el dinero de todo el sector productivo del país tuvo severas pérdidas económicas, ergo, hay más pobreza.

Las decisiones más significativas que lograron que esto sucediera fueron: la cancelación del aeropuerto de Texcoco, de las Zonas Económicas Especiales y de la tercera planta de la cervecera Constellation Brands. Esto, aunado al excesivo gasto público, el derroche en las obras insignia como Santa Lucía, Dos Bocas y el Tren Maya, ahuyentaron la inversión privada local y extranjera, afectando así directamente a la economía del país.

Pero otro factor importante que también influyó en lo anterior, sin duda son los programas sociales, que han sido un éxito para mantener el voto duro hacia MORENA y para la popularidad del presidente, pero que en la práctica no ayuda a la gente a salir de la pobreza, sino a depender de que el gobierno entregue ese dinero a cambio de nada. Dinero que, por cierto, no se da en los árboles, además de que son recursos que bien podrían emplearse en las canceladas estancias infantiles, en medicamentos oncopediátricos yretrovirales, o en apoyos a los sectores productivos del país, gracias a los cuales es posible que existan ingresos para repartir a los programas sociales, dicho sea de paso.

El presidente Andrés Manuel López Obrador presumió que son el mejor gobierno en el peor momento, pero eso es algo que no le toca decidir a él, sino a sus gobernados. Y es que, además de lo ya mencionado, los recortes presupuestales al campo y a la ciencia, los escándalos de evidente corrupción de sus funcionarios más cercanos, así como el de su hermano y las múltiples manifestaciones en su contra por parte de mujeres, estudiantes y organizaciones civiles, parecieran arrojar otros datos…

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